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Cuerpo quieto




Con el cuerpo quieto, congelado por las tardes e incendiado por las noches, siento esperar el envión. Un viento de aliento que impulse las piernas para dejar el camino y empezar a volar. Por encima de los rayos hay una luz, y por debajo una falsa estrella se termina por escapar ante la niebla que en los ojos, ya hace tiempo, se impregnó. De las manos crecen conocidas llagas de trece años atrás, de los pies una pintura fresca expone falsos destellos alegres. Mientras comienza un próximo final, los últimos se dividen en varios comienzos. El optimismo guía y el desgano desobedece. Los impulsos dominan. El aliento necesario desaparece, los posibles vientos escapan, y no, la figura no se mueve. Estalla, explota, sobrevuela, brilla. En el espejo de la cueva el reflejo de tu aliento me muestra lo que a lo lejos me espera.


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