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La redención del inframundo



En el minuto exacto en que el sol se hace fuerte debían volver a verlo. Saltar un arroyo, cruzar más de un desierto, esquivar las grandes piedras y por último, escalar la nevada montaña. No iban juntos, cada uno pensó que era al único al que le había encargado la misión. Una noche de frío invernal entre el sueño y la ansiedad los había llamado por separado, frente a su presencia de divina majestad los bautizó con su miel y una sola misión les encomendó: alcanzar La Luz detrás del resplandor. No pudieron rehusarse, no debían ni siquiera aceptarlo, solo hacerlo. Para eso, de su cabeza sacó dos dones que le concedió uno a cada uno. Al primero: la avenencia; al otro: el congenio. No les dio un plazo, sabía que uno de ellos lo impondría.
El sol brillaba con tal fuerza que dio comienzo a la cuarta estación, estaban cerca de llegar. Una puerta tallada a mano por antiguos artesanos los recibió, cruzaron pasillos de mármol decorados por cuadros pintados por una artista aun no conocida y en los pisos podían leerse narraciones de otros tiempos. Cada uno era conciente de que la misión llegó a su fin, pero a uno más que a otro las preguntas lo desvelaban. Cuando entraron al salón la oscuridad los abrazó, el silencio los calmó y sus oídos mantenían la guardia.
-Al parecer han concluido la misión, dijo la divina voz.
-Lo he conseguido –uno de ellos interrumpió- tengo La Luz, lo que solicitó.
-Te equivocas, si lograstes alcanzarla fue por que quisiste hacerlo –respondió la voz- no por mi.
-¿Entonces yo perdí por no querer alcanzarla? pero como si lo deseaba con mi alma, intervino el otro.
-Lo primero que deben entender es que no hubo rivalidad entre ustedes -la seca voz contesto- los dos ganaron.
-¿Pero como puede ser eso? Él tiene a la Luz y yo no, por ende perdí la misión, retruco nuevamente el otro.
-En ningún momento dije que el objetivo de la misión sea La Luz, sorprendió la voz.
-¿Cómo? ¿Cómo es eso?, a coro preguntaron los dos.
-¿Todavía no se dieron cuenta? –Alzó la voz el Supremo- aquí han llegado cada uno con las revelaciones que cada uno necesitaban conocer.
-Mírate –prosiguió la voz- vos traes La luz entre tus manos, pero si buscas dentro tuyo verás que tu revelación es el sentimiento más poderoso de tu mundo: El amor.
Inmediatamente después de escuchar eso, ese creyó haber entendido el mensaje y salió de la oscuridad empeñado el disfrutar la revelación conseguida. El otro se quedo parado en su lugar esperando casi congelado, pero su cuerpo hirvió y no contuvo el impulso.
-No entiendo, ¿yo como pude haber ganado algo? –Interrumpió gritándole a la oscuridad- Si me siento fracasado, desilusionado y desterrado.
-¿No lo comprendes aún?, tu revelación va más allá de lo razonable del entendimiento humano.
-¿De que me hablas? Yo solo quería a esa maldita Luz, desesperado replicó.
-Piensa, siente, observa. Es lo necesario para que puedas continuar tu camino –con voz suave pero firme la deidad le contesto- debes convencerte de que tu destino es de sabiduría. Al amor ya lo conoces, y ahora con tu revelación conoces algo peor que la misma tristeza y la soledad: es la peor de las nostalgias, es el añorar lo que nunca sucedió.


* Foto: McLaught




Comentarios

  1. Ya lo decía Sabina: No hay nostalgia peor que añorar aquello que jamás sucedió.
    A todos, desafortunadamente alguna vez se nos rompe el corazón. Pero todo pasa y todo llega.
    Beso
    A.

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  2. Veo miedo, mucho miedo ahi arriba.
    Saludos

    L.

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